jueves, 3 de abril de 2014

SANTA ANA

SANTANA: la frontera entre Langreo y San Martin del Rey Aurelio
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Haber nacido en Santana y haber vivido en este mismo sitio y en La Barraca durante los primeros veintiún años de mi vida es una clara forma de sentir orgullo, además de agradecimiento por todo el entorno favorable que marcó mi carácter de por vida. Pienso que ese marchamo ninguno de nosotros lo desgasta a lo largo de nuestra existencia. Abandoné ese rincón tan entrañable a mediados de los setenta y de una forma permanente siempre estuvieron presentes los recuerdos gratos que aquí surgieron rodeado de familiares, de amigos, de vecinos y de rincones que yo guardo celosamente en el alma, sin que nunca haya encontrado algo parecido en ningún otro sitio.
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Me remonto a mi época de párvulos en la escuela de “El Centro”, desde la que pasé a grados superiores en las escuelas de Duro Felguera que estaban ubicadas al lado de Talleres de Santa Ana. Fue Don Silvano quien más aportó a mis primeros aprendizajes de geometría, historia y gramática con aquellos métodos hoy desterrados, que enseñaban a memorizar con la amenaza de la vara verde de avellano que podía poner en carne viva tus piernas, si alguna lección se te olvidaba cuando el “Señor Maestro” te invitaba a salir a la pizarra para responder al cuestionario de turno. Y diariamente se repetían aquellos partidos de fútbol en el “Prau Manolo”, en Fradera o en la escombrera que estaba situada entre el rio Nalón y las vías de la Renfe poco antes de llegar al Pozu Maria Luisa donde incansablemente se corría tras la pelota hasta que la luz del día dejaba de alumbrar. Tengo vivas las imágenes de Casa Feliz a donde acudía frecuentemente a comprar la fruta o les fabes que mi madre me encargaba; el comercio y el bar de Tino Maria Castaño que era donde se acudía casi a diario a cpomprar la botellina de vino para mi padre o les sardines salones que tanto a él le gustaban. Es obligado reseñar que también, de vez en cuando, acudía a la carnicería de Piquero para comprar les salchiches o les rajines de carne que mi madre había dejado pagadas por la mañana. O aquellos sábados, que tocaba ir a Casa Coloma por unos pastelinos para los postres. Como no. Muchas veces tenía que ir a casa Antonio, el del Estanco, a comprar el paquete de “cuarterón” o la cajetilla de “Ideales” por encargo de mi abuelo. Eran quehaceres que siendo niño hacía con especial interés, porque evidentemente siempre salía ganando algunes pesetuques que me daban unos y otros por el recado bien hecho.
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Capitulo aparte merece aquellas vivencias que pasamos en la Capilla, a donde asistíamos a misa domingo tras domingo para luego recibir enseñanza del catecismo posibilitando así estar bien preparados llegado el día en el que la gracia de Dios nos desbordaba en aquella obligatoria “primera comunión”. Ese colectivo de niños y niñas de finales de los años 50, tenemos bien marcadas en la retina las numerosas excursiones veraniegas que el Cura programaba para ir a pasar el día en playas de diversos puntos asturianos. Normalmente eran nuestras abuelas las que iban al cuidado de la gente menuda para controlar los movimientos e impedir que nos bañásemos antes de que pasasen dos horas después de la comida a fin de evitar el tan temido corte de digestión. De esta forma conocí yo la playa de Aguilar, La Franca, La Isla, Luarca, Poo de Llanes, Tapia de Casariego, Rodiles y alguna más. Además y siempre de mano de mi abuela Susa –que era una de las que formaba el grupo de mayores-, asistí a la Virgen de la Cueva en Infiesto, a la Salud de Lieres, al Remedio de Nava, a la Virgen del Camino en León, a los mártires de Tiraña o de Valdecuna…Para los mayores era objetivo prioritario estar en la misa que se celebraba en honor del patrón o patrona de las fiestas referidas; para nosotros, los pequeños, el único interés consistía disfrutar de las verbenas del lugar e hincharnos a subir a unos carruseles rudimentarios que estaban limitados a unas pequeñas lanchas de hierro que te balanceaban a modo de columpio, por el módico precio de una peseta.
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Mi etapa de adolescente también presenta hechos y anécdotas que por ser más cercanos en el tiempo, tienen mayor trascendencia en nuestro perfil humano. Importante referirme a las reuniones diarias en el BAR LA CUÑA donde nos recreábamos sanamente todos los que allí acudíamos al terminar la jornada para dialogar, jugar al dominó, o simplemente discutir las jugadas de partidos televisados que entonces se vivían apasionadamente dando saltos cuando marcaba el Madrid o torciendo el morro cuando metía gol el Barcelona…Evidentemente según los colores de cada cual, podían coincidir los saltos de unos con los cabreos de otros y no pocos árbitros se bautizaron con sonoros insultos por los fallos estrepitosos que allí se detectaban al pitar penaltis inexistentes.
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Resalto con letras mayúsculas aquellos torneos de bolos que aquí se disputaban acarreando un significativo flujo de visitantes los domingos por la mañana, para aplaudir a los más prestigiosos jugadores que por aquel entonces figuraban a la cabeza de este deporte tradicional asturiano. Era una actividad recreativa que dio renombre al BAR LA CUÑA en particular y a todo Santana, puesto que estos eventos tenían amplio eco en la región por las crónicas publicadas en La Voz de Asturias, La Región y en La Nueva España. Sería imprudente pasar por alto las vivencias, los ratos agradables, las tertulias, las discusiones de fútbol y un sinfín de acontecimientos más que presencié en CASA JULIA LA DE CUCO a lo largo de muchos años. Yo creo que desde que empecé a andar, fueron regulares las visitas en días festivos a este local entrañable para comer unes aceitunes de la mano de mi padre, cuando el se acercaba allí a tomar el vermouth antes de comer. CASA JULIA no era un bar de barrio como los que estamos acostumbrados a ver y esto que afirmo bien lo saben mis vecinos del Valle La Hueria Villar. Este establecimiento singular ha sido durante medio siglo un foco esencial de cultura, de diversión, de hostelería e incluso de actividad política en este barrio nuestro. Aquí se celebraron bodas y banquetes y la juventud acudió en masa a los bailes que de forma regular amenizaban las orquestas HENRY JAZZ y LA LANGREANA, formaciones musicales acreditas como las mejores en la Comarca. Aquí hubo espectáculos ofrecidos por compañías ambulantes de teatro que deleitaron a asistentes en aquellas jornadas tristes de la postguerra. Fue también escenario de malabarismos y actuaciones de payasos que presentaron en su local trasero, circos que arribaron de paso hacia otros puntos de Asturias. ¿Quién no recuerda las tardes de domingos cuando concurrían gentes de Sama, Ciaño, El Entrego, Sotrondio y aledaños a jugar a la lotería?. ¿Quién puede olvidar las masas de gente que desfilaban para ir a Casa Julia a tentar la suerte y cantar el “alto” tan ansiado?. Reconozco que es difícil explicar esta experiencia a alguien que no haya participado en este juego y en este sitio.
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Hay que darle importancia al hecho de que durante mucho tiempo, fue Casa Julia en donde se centraban los preparativos logísticos de la Cabalgata de Reyes que hacía el recorrido Santa Ana-El Entrego. Aquí se instalaban los ornamentos de las carrozas y en su local se organizaban todos los detalles de vestimentas, organización del desfile, banda de música e intervención de autoridades para vigilar el buen desarrollo de un evento cargado de asistencia popular. Yo tengo imágenes en el cerebro de la comitiva que presidían PIRO, el entonces alcalde, Don SATURNINO, Párroco de San Andrés y el Jefe de la Policía Municipal. Todos vestidos de gala y regalando saludos al gentío incesantemente, a la vez que los pajes esparcían al aire puñados de caramelos.
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Casa Julia también era lugar de parada diaria para los obreros y los mineros que circulaban desde Ciaño hasta Les Cubes en ambos sentidos, desde sus centros de trabajo en la mina EL SOCAVON, POZU MARIA LUISA o TALLERES DE SANTA ANA, hasta sus casas difuminadas por todo el valle surcado por el rio Villar. Consecuentemente pueden deducirse las conversaciones y el cruce de opiniones que se desarrollaban sobre las reivindicaciones laborales del momento, huelgas que se veían venir y mensajes confidenciales que lanzaba RADIO ESPAÑA INDEPENDIENTE “LA PIRENAICA” sobre atropellos del régimen franquista. Hago una especial reseña en algo personal, algo que sería imperdonable por mi parte dejar de citar, cuando hablamos de Julia la de Cuco. Me refiero a las tortillas que hacía esta mujer, manjar que nunca encontré tan exquisito en ningún restaurante en los que yo haya entrado. Eso sí. Había que avisarle con tiempo suficiente para que las hiciese con esa habilidad y esa maestría de buena cocinera que solo ella sabía aplicar. Claro, eran huevos puestos en el día por gallinas del corral de algún vecino de al lado. Les patates frites en su punto, con cebolla y unos trocinos de pimiento rojo que aportaban un regusto especial. Normalmente eran tardes de invierno cuando íbamos a jugar una partida al tute en la que participábamos los inexpertos junto a Boche, Laureano –el padre de Clemente-, el marido de Matilde, Luis, Chinu, Remigio (todos estos eran de puesto fijo) junto a otros que se añadían según las ocasiones. La pareja que perdía pagaba. Pero pagábamos gustosos porque se había pasado un rato agradable en el juego y mucho más placentero degustando esa especie de maná inigualable, jugoso y esponjoso que tan bien entraba con unes botellines de sidra.
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Podría extenderme más sacando a flote las numerosas anécdotas que tengo almacenadas en la cabeza sobre la época que me tocó vivir en Santana. Algún día plasmaré en un papel aquellos partidos de fútbol que jugábamos en la misma carretera general (lo que hoy es Avenida de Oviedo) con paradas intermitentes cada vez que se acercaba algún coche; aquellas partidas a “la rana” en el Picu La Sierra, las reuniones de la Sociedad de Caza que se celebraban en Casa Nino, los baños en los rabiones del rio Nalón que bajaba totalmente negro por las partículas de carbón que desprendía el lavadero de Carrocera, les tapines de jamón en Casa Antonio “El Panaeru” o Casa Bayón, paseos hasta el campo de “Calentures” donde nos retaban los equipos de Limosnera, Felguera o Les Cubes y las estampas tan típicas que se derivaban de la venta de leche a domicilio a cargo de Margarita la de Aurelio, la primera pescadería que se instaló en el edificio de El Fielato y que regentaba Corona, la pandilla que diariamente se reunía en Casa Dona y tantas y tantas escenas que configuraron mi forma de ser y de pensar. Todo esto lo dejo para otra ocasión y tengo alguna confianza en que mis amigos Gabino, Clemente, Juan, Loren, Roberto, José Ignacio, Berto, Tomás, Nica, Vicente, etc., etc., etc… me ayuden a recordar anécdotas para que sea más completa la exposición. Esi rinconin de población montau en la frontera de Langreo-San Martin del Rey Aurelio, tiene su historia y entre todos lograremos que no se pierda a través de foros como el que utilizamos ahora.
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J.Aurelio (Marzo/14)

2 comentarios:

  1. mi memoria está hecha añicos, pero recuerdo casa Feliz. Soy nieto de Anita Valvidares Camblor y Severo Martínez Camblor. Mi padre era conocido como Rafa.

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  2. Jo, RAFA. ¡Claro que lo conozco!. Además de vecino era muy amigo de mi tío TINO RABANAL. ¿Y qué decir de Anita?. Mujer afable, simpática y con una conversación agradable. Lo mismo que RAFA, su madre era vecina y amiga de mi abuela SUSA. Vivían frente a frente subiendo por esa Caleya recordada que iba hasta el PICU CASTILLU. ¡qué recuerdos!!

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